Juego Motor y Discapacidad: Un camino hacia la inclusión

 Juego Motor y Discapacidad: Un camino hacia la inclusión

El tratamiento de pacientes con trastornos de movilidad o neuromotores constituye uno de los grandes desafíos dentro del quehacer kinésico, no solo por la complejidad en el abordaje del tema, sino también por la necesidad de mantener la motivación y curiosidad durante el desarrollo de las diferentes actividades funcionales. Carolina Uribe Aranda Kinesióloga del Centro Rehabilitación DALEGRIA GMM, nos enseña la importancia de juego motor en el proceso terapéutico.

La motivación y curiosidad, cualidades a veces tan poco mencionadas, resultan de especial relevancia en el ámbito terapéutico. ¿De donde surge el movimiento? Si reflexionamos al respecto notaremos que la motricidad es mucho más compleja que el mero hecho de caminar, correr, o saltar.

Cada una de estas acciones requiere por parte de quien las ejecuta una intención, un propósito que actúe de motor para el movimiento. En este contexto, el Juego Motor se transforma en una herramienta imprescindible.

En primer lugar, el juego corresponde a un elemento universal en el ser humano, independente de nuestra condición, física, cultural o de otra índole todos podemos acceder a él, todos estamos llamados a esa inclinación natural, sobre todo en el período de la infancia. Es en el juego en donde podemos desplegar de manera libre, natural y espontánea todas nuestras facultades.

Antropológicamente, ya se describe en la literatura cómo participa la motricidad desde tempranas edades de la vida, e incluso en la etapa intrauterina. Es así como en la primera infancia podemos observar lo que técnicamente se conoce como juego motor o funcional a través del diálogo-tónico. Esto se expresa como estados de relajación-contracción según nuestro estado anímico o nivel de alerta.

La naturaleza nos dota de esta condición, pues al vernos desprovistos aún de lenguaje y otras herramientas, nuestro cuerpo, y en especial nuestro tono postural, se convierte en nuestro interlocutor, evidenciando que la comunicación es previa al lenguaje, gracias a la motricidad. Así vemos como la motricidad es un gran entramado entre componentes afectivos, pero también cognitivos, no solo es movimiento, también es comunicación, también es emoción y también es un medio para lograr nuestros deseos originados en la motivación y la curiosidad.

Se entiende así la importancia de abrir este espacio no solo desde el ámbito terapéutico sino también por parte de padres y familia, pues entregar la posibilidad de jugar nos abre al movimiento, al desarrollo de los afectos, a la comunicación, y por sobre todo a la participación de nuestros usuarios niños y jóvenes a los diferentes contextos sociales-familiares. Pero ¿Qué requerimos los adultos para brindar todas estas posibilidades a un niño o joven con discapacidad? Mucho se habla de empatía o aceptación.

A juicio profesional, lo primero que debemos tener es entendimiento. Entendimiento de la realidad del otro con su historia, desafíos y contexto afectivo, pues es difícil aceptar o empatizar con aquello que no se comprende. Es aquí donde se da la verdadera inclusión, en el encuentro con un otro, un otro que es diferente a mí, pero con algo en común, pues a todos nos gusta jugar.

Carolina Uribe Aranda

Kinesióloga del CR DALEGRIA GMM

Terapeuta en Neurodesarrollo Bobath/Básico Pediátrico.

Mg. Filosofía Aplicada.

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