Pataletas Infantiles: Aliadas en el Desarrollo Integral

Las pataletas comunican emociones, generalmente abrumadoras y son una expresión válida de las emociones y necesidades del niño/a, frecuentemente, vinculadas a sensaciones de frustración o enojo. De manera similar a cómo enseñamos a los niños los números y las letras, también debemos educarles para saber gestionar sus emociones. ¿Cómo hacerlo? Valentina Lara Pérez, Psicóloga del Centro de Rehabilitación DALEGRIA, brinda útiles consejos y estrategias.

Las pataletas son esas pequeñas (o no tan pequeñas) explosiones emocionales que surgen con frecuencia en niños y niñas, a menudo acompañadas de comportamientos como llorar, gritar, patalear, golpear objetos o lanzarse al suelo. Para los padres, estas reacciones pueden resultar desconcertantes y parecer exageradas, ya que a menudo las evaluamos desde un punto de vista adulto céntrico. No obstante, es crucial comprender que las pataletas son sumamente esperables, normales y frecuentes, especialmente entre los 2 y 4 años de edad. Y dado que son una parte necesaria del desarrollo, no es posible evitar completamente su aparición.

El propósito de las pataletas es comunicar emociones, generalmente abrumadoras; siendo una expresión válida de las emociones y necesidades del niño/a, frecuentemente vinculadas a sensaciones de frustración o enojo. Las pataletas no buscan manipular, dañar o molestar, sino más bien comunicar el malestar que están experimentando. Y de manera similar a cómo enseñamos a los niños los números y las letras, también debemos educarles sobre cómo gestionar sus emociones.

¿Cómo hacerlo? En primer lugar el adulto debe mantener la calma, ya que para apaciguar el “incendio emocional” de un niño, es necesario “ser lluvia tranquilizadora”.

En segundo lugar, el adulto debe intentar ponerse en la mente del niño e identificar qué fue lo que desencadenó su malestar, permitiéndole ponerle nombre: “te enojaste porque se cayó el juguete”, “te molestaste porque no te gustó el almuerzo”, “te frustró que tomaran el juguete que tú querías”. Ponerle nombre a su emoción ayudará al niño/a a comprender lo que siente.

En tercer lugar, el adulto debe definir las normas y límites, comunicándola de forma concisa, con calma y dando alternativas. Por ejemplo: “te molestaste porque no te gustó el almuerzo, pero es importante comer, ¿prefieres empezar con las papas o con la ensalada?”.

Finalmente, el cuidador/a debe comprender que su objetivo no es extinguir la pataleta en poco tiempo, sino que es una oportunidad de acogerlo y ayudarlo a aprender cómo manejar diferentes emociones y situaciones. Si siente dificultades para consolar al niño o entender sus necesidades, es posible que estén resonando situaciones relacionadas con su propia experiencia como hijo o hija. En este caso, le invito a buscar apoyo psicoterapéutico para sanar a su niño/a interno.